Fucsia es el color de los tejidos latinoamericanos. El tinte se obtiene de un insecto autóctono de América Latina, y del naranja al marrón vira a múltiples tonalidades de rojo pasando por un exclusivo rosado intenso. Colón lo llevó a Europa como prueba de la otredad de este continente. Fucsia fue el color con el que Frida Kahlo shockeó a Elsa Schiaparelli. Fucsia es identidad 100%. PIENSA EN FUCSIA
Mostrando las entradas con la etiqueta Purmamarca. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Purmamarca. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de agosto de 2015

Onda NOA: un hotel de Purmamarca

 
 
 



Yuuuuujuuuuuuuuu... ¡No está Coquiiiiiii! Si no esta ella este domingo para charlar, voy a  mostrarles igual algo lindísimo, distinto y fiel a las tradiciones. Un paisaje de nuestro NOA que entre los enormes cardones y el vuelo majestuoso de los cóndores, quedó envuelto en el increíble silencio de la Cordillera: el Cerro Siete Colores. La idea es ubicarme-ubicarte. 




 
Al pie del cerro y como una puerta de la Puna está Purmamarca, que en lengua aimará significa "Pueblo de la Tierra Virgen". ¡Y vaya si le hace honor al nombre! Purmamarca es una pequeña aldea de principios del siglo XVII, con casas de adobe -un amasado de tierra y paja- y techos de cardón con tortas de barro. Pese a la colonización hispánica allí se mantiene la cultura autóctona, con sus costumbres y fiestas populares.





Así, Purmamarca resulta uno de los pueblitos más interesantes y bonitos del noroeste argentino, trazado como muchos de ellos en torno a la iglesia principal, la que estan viendo. Es muy antigua, de 1648, y fué consagrada bajo Santa Rosa de Lima. Imagínense que está declarada Monumento Nacional por su disposición arquitectónica y las pinturas e imágenes cuzqueñas de su interior.
Yo sé que todo esto no hace al glamour que a Coqui la subyuga, pero para mí la historia contribuye en mucho al encanto de un lugar.
En la plaza funciona la feria artesanal, donde se pueden adquirir artículos vasijas, alfombras confeccionadas en telares, ponchos y ropa típica e instrumentos musicales: sikuris, quenas, cajas, erques, erquenchos y charangos.





 
Esa feria me trae reminiscencias de la “Manka Fiesta” o “la fiesta de las Ollas”, la más antigua reunión proveedora de artesanías y cultivos del Altiplano.
¿Cómo es la Manka Fiesta? Me explayo para que sepan cómo obtener tesoros auténticamente artesanales.
Cada segundo y tercer domingo de octubre, en Abra Pampa, Quebrada de Humahuaca, tiene lugar este masivo encuentro de productores. Es la feria más concurrida del noroeste argentino y el sur boliviano.







Entre los nativos el intercambio es aún por trueque: los venidos de la Puna y valles jujeños y salteños traen sus inigualables barracanes, mantas, picotes, sogas, harinas, corderos faenados, chalonas y papas andinas en sus diferentes variedades. Los llegados de Bolivia traen su alfarería primitiva, ollas, tinajas, cántaros, yuros, platos de barro cocido.De los salares bajan llameros cargados de sal, yista y charqui. Los de los valles traen sus manzanas, orejones, maíz, duraznos y arvejas de Talina, Sococha.



 




Por si no saben, la imponente Quebrada de Humahuaca es el eje de una pintoresca área por la que corre el Río Grande, donde poblados de la época colonial se desarrollaron en relación con significantes asentamientos prehispánicos, y donde las calles fueron trazadas nuevamente a fines del siglo XIX. Persisten costumbres ancestrales: celebraciones comunitarias donde participa todo el pueblo como las fiestas patronales, los misachicos, el culto devoto a los difuntos, los pesebres vivientes, la Semana Santa, el culto a la Pachamama y otros ritos anteriores a la colonización, donde conviven las apachetas indígenas con las iglesias coloniales por todo el área. Por todo eso la Quebrada fué declarada Patrimonio de la Humanidad.
La Manka Fiesta hunde sus raíces en Tahuantisuyo, particularmente el Coyasuyo (coya: de abajo, del sur, sureño). Entonces, una vez al año, la gente deja de lado sus pleitos y va a la fiesta y al trueque de lo sobrante para unos y lo  faltante para otros. Su práctica, que encierra la interacción de actores propios de una extensa región, se conserva alejada de las ferias comerciales, en La Quiaca.
 





¿A qué viene todo esto? Ya viene...  Ahora saben cómo conseguir excelentes artesanías a muy buen precio. La cuestión es que allí, a 800 metros del Paseo de los Colorados y de la plaza  central, e inmersa en la más pura americanidad, se levantó El Manantial del Silencio, un hotel que hace honor al lugar y sus costumbres. Construido en el 2000 en estilo neocolonial español, y ambientado con todo lo que es posible hallar en Jujuy resulta un sitio donde el  mestizaje cultural luce su belleza.






 
 

 
  












La Pacha, la tierra, es la gran protagonista del hotel: paredes, pisos y techos de barro. El color naranja propio de su cocción rompe con las paredes a la cal tan típicas de las construcciones hispánicas.





La recepción, tras un pequeño desnivel, invita al bar instalado en un rincón de un espacioso y bello living perfectamente ambientado con muebles de algarrobo o caña, cerámicas, ollas de barro, picotes y marquetería y objetos de alpaca, o sea, con todo lo que estuvimos viendo antes.









 




















Además de la chimenea revestida en los azulejos azules y blancos, herencia de aquellos viejos de Calais que llegaron al Río de La Plata durante el Virreinato, en una composición muy equilibrada en cuanto a muebles y color, el lobby del hotel, ambientado a la manera de un gran lliving, luce todos los productos lugareños de que hablábamos.


 
 
 
Arcadas a la usanza colonial, un banco de iglesia y pinturas de ángeles arcabuceros tipo cuzqueño acentúan la impronta local en los pasillos del hotel.





Siguiendo la línea sobria y colonial, el restaurante tiene como adornos cuencos y vasijas de barro o alpaca, sillas con asiento de junco tejido a mano, espejos con marcos de la escuela cuzqueña, dos tapices antiguos y dos frescos, replicas ampliadas de los de la iglesia de Susques.





Para recrear los sabores locales, los fantásticos platos de la cocina novo-andina elaborados con productos autóctonos.






La gran cantidad de objetos de factura y materiales autóctonos brinda calor de hogar con mucho estilo.









Dos sillas adornadas con pompones de lana de llama, otro "must" de la región.
 
 




 
 
 
 
 
 
Los dormitorios cuentan con edredones confeccionados en picotes, almohadones bordados en lana, muebles rústicos de la zona y los ángeles arcabuceros enmarcados en plata, que por supuesto, no pueden faltar.
 
 
 
 
Esta es la habitación de arriba es en suite, con sala de estar.
 
 
 
 
 
 
Los baños, en contraste con sus inmaculados sanitarios, tienen decorativas baldosas hidráulicas de cemento coloreado.
 
 
 
 
  
 
Abajo, imagenes de la casa-boutique, en el sobrio y rústico estilo andino.
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
El color rojo, que se repite en todas las estancias sociales del hotel, fue un color muy usado durante la época colonial.
 
 
 


Vista desde el spa.




 
 
 
 
 
 
 Bien, te mostré algo del arte y las valiosas costumbres de nuestro noroeste. Yo estoy muy contenta, ¿vos?